En 2016, Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, declaró el inicio de la Cuarta Revolución Industrial. Una revolución caracterizada por el uso de las tic, la interconexión a través de Internet y la extensión de innovaciones. La pandemia ha acelerado su entrada, en términos del uso generalizado de las tic en ámbitos en donde antes, solo se usaban de manera tangencial y como complemento. Asimismo, debido a la pandemia, se terminó por romper la línea divisoria entre los lugares de paso y los lugares de hábitat, convirtiendo a la casa en una continuidad de la fábrica y de la escuela. Y eso no solo en términos físicos, sino también en relación con someterlos a los estándares del rendimiento y la productividad.
Para analizar esta ocupación del espacio íntimo, en este eje humanizador se hará alusión al pensamiento del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien desde su formación heideggeriana realiza una crítica profunda a la “sociedad del rendimiento”. Particularmente, se aborda su último libro, llamado La desaparición de los rituales. Una topología del presente.
Han (2020) empieza su reflexión afirmando la casi desaparición de los tiempos y espacios de descanso y de fiesta, debido a la presión actual por producir, inclusive en tiempos de ocio. Debido a ello, se está presenciando un cambio ontológico y teleológico en las formas fundamentales de existencia identificadas por el autor, como reposo y trabajo. El reposo y sus rituales de desconexión con el mundo del trabajo se van haciendo invisibles, y se convierten en un tiempo en donde solo se reponen fuerzas para volver a trabajar, perdiendo así su plusvalía ontológica. El trabajo se perpetúa, ya no solo desde la obediencia a un jefe externo sino también desde la introyección del imperativo por producir, ya sea mediante el emprendimiento o la capacitación durante toda la vida, que ayudan a generar cosas útiles.
Esto resulta, para Han (2020), en una vida profanada y degradada, ya que el trabajo, que pertenece a la esfera de lo profano, individualiza y aísla a los hombres, mientras que el descanso y la fiesta los congregan y los unen. Produciéndose así las, llamadas por Han, “enfermedades del ocio” (p. 49), como la depresión y la ansiedad mediante las cuales los individuos se ven a sí mismos como faltos de rendimiento, como improductivos, haciendo de su reposo activo y ritual, “torturantes formas vacías de trabajo” (p. 50). Dicha consecuencia no solo afecta a los individuos en lo particular, sino que conduce poco a poco a la desintegración de la comunidad.
Ante esta situación, Han (2020) propone una recuperación de las formas rituales, como la cortesía, que posibilitan, no solo un buen trato a las personas, sino también un respetuoso manejo de las cosas. Así lo deja ver al afirmar que:
En el marco ritual las cosas no se consumen ni se gastan, sino que se usan. Por eso pueden llegar a hacerse antiguas. Por el contrario, bajo la presión para producir nosotros nos comportamos con las cosas, es más, con el mundo, consumiendo en lugar de usando. En contrapartida, ellas nos desgastan. Un consumo sin escrúpulos hace que estemos rodeados de un desvanecimiento que desestabiliza la vida (p. 9).
Sólo desde la recuperación de los rituales como praxis simbólicas, para Han (2020) será posible recuperar lo perdido en términos de cohesión comunitaria, ya que tienen la fuerza de juntar a los seres humanos y engendrar alianzas que resarzan la gran fragmentación que experimentan las sociedades debido a su aversión contra todo tipo de formalismos que suspendan y profanen el sagrado tiempo del rendimiento y la productividad. Sobre los rituales, agrega: “Quien se entrega a los rituales tiene que olvidarse de sí mismo. Los rituales generan una distancia hacia sí mismo, hacen que uno se trascienda a sí mismo. Vacían de psicología y de interioridad a sus actores” (Han, 2020, p.12).
Para finalizar este eje, vale la pena preguntarse si, a partir de las interacciones por videollamada y del teletrabajo, se pueden generar rituales que permitan, por un lado, impedir la erosión de la comunidad, de esa “comunicación sin comunidad” que Han (2020, p. 36) denuncia, y por otro, instalar las llamadas por él “técnicas simbólicas de instalación de un hogar” (p. 7), que hagan pasar a sus usuarios, de estar en la virtualidad a estar en una especie de nueva casa, en donde a pesar de carecer de un territorio o espacio físico, se den las condiciones de acogida y de respeto a las vulnerabilidades que atraviesan a los seres humanos. Y finalmente, cuestionarse, qué rituales necesitarán ser resignificados y no solo tratar de compensarlos mediante las interacciones mediadas.
Profesora en distintos niveles educativos, además de publicar varios libros, artículos académicos y relatos de ficción.
Autor y coauor de varios libros y actualmente es director del Departamento de Humanidades de CETYS universidad Campus Mexicali
Queda prohibida la reproducción, el almacenamiento en memoria electrónica o la transmisión por cualquier medio electrónico, de fotocopiado, grabación, etc., de la totalidad o parte de esta publicación sin autorización previa de su autor.