¿Qué es más fácil -y no por ello más conveniente- cambiar o perecer? La pandemia nos ha dejado claro que el cambio ha sido lo único cierto en medio de tanta incertidumbre. Esta batalla nos expulsó de zonas de confort, nos colocó por rutas desconocidas, nos transportó a veredas sinuosas, que hacían más que necesario conducir nuestro actuar de manera diferente a lo que ya conocíamos.
Para efectos de supervivencia, en todos los contextos (social, financiero, laboral, salud, y desde luego educativo) hubo necesidad de des-aprender para aprender, de des-crear para crear, de generar nuevos modelos, novedosos parámetros que dejaran como resultado un aprendizaje significativo.
Como todo proceso, existe una ruta cronológica que necesariamente se sigue, comenzando con la crisis misma que marcara el inicio del punto de quiebre, seguida de la observación y aceptación de lo que se está enfrentando, -y en la medida de la urgencia- la pronta implementación de medidas o estrategias que contengan que la crisis no ocasione efectos de difícil o imposible reparación, pasada esta fase se viene la última que es la comprobación de los resultados de las estrategias aplicadas. Y aquí es donde radica la interrogante planteada al principio, es en esta evaluación a donde creemos se da la verdadera respuesta de si lo sucedido deja un cambio -verdadero- o no fue más que una simulación, que finalmente nos pone en riesgo de perecer.
Ahora bien, estamos justo en el momento de cerrar un ciclo escolar, tiempo suficiente en el cual se han implementado estrategias por las autoridades educativas que han expresado que todo lo hecho ha sido por el bien de los educandos, del personal educativo y desde luego de la educación misma.
Entonces sin duda podríamos decir que hay basta experiencia por parte de los estrategas en educación para que midan y demuestren los efectos – suponemos que todos en positivo- de las medidas implementadas.
Y lo que nos alentaría más es conocer que esos hombres y mujeres que sostienen la responsabilidad de decidir el destino de la educación en México, tienen muy clara la ruta a seguir para llevar a un mejor puerto el siguiente ciclo escolar. Claro está que no gozan de la clarividencia para tener el contexto de salud que se puede desarrollar en un futuro próximo, pero si después de quince meses de arduas observaciones, planeaciones, estudios y métricas, seguro es que el plan A, goza de un amplio repertorio de opciones B, C, D… hasta Z, que haga que el cúmulo de expertise adquirido les coloque en el punto exacto de dar soluciones que sean eficientes, eficaces y efectivas, que se traduzcan en líneas de acción que el magisterio pueda ejecutar de manera que no se llegue a sobrecargas de trabajo, que no conmine a horas extras que comprometan las destinadas al descanso o a la convivencia familiar, que se siga tropezando de nuevo con obstáculos tecnológicos que tanto daño causaron a este capítulo de la historia educativa de nuestra nación y que se pueda prever que nunca más se vean afectados niños, niñas y adolescentes quedándose atrás y
rezagados en su derecho a una educación inclusiva y equitativa a sus necesidades, y con condiciones pertinentes da acuerdo a la realidad imperante.
Ahora con esta radiografía de ciclo escolar completo, con todas sus estaciones del año y sus días lectivos, no esperamos más que atinadas decisiones por parte de las autoridades competentes, que en medio de la complejidad sabrán dirigir -o redirigir- el barco para no extinguirnos.
Al tiempo!!!